¡Ay... la torta!

     Entre las cosas que identifican una buena celebración de cumpleaños, está la torta. En los 150 años de la Infancia Misionera no podía faltar, pero el cuento es el siguiente, que no es cuento, que es historia…

Se hizo una gran convocatoria para festejar por todo lo alto el siglo y medio de La Obra de los niños, en el parque Naciones Unidas de El Paraíso en Caracas.

La cosa comenzó bien temprano, el último domingo del mes de enero de 1993, empezaron a llegar los autobuses repletos de niños de los diferentes colegios y parroquias de Caracas y de las diócesis de Los Teques, La Guaira y Guarenas -que todavía no era diócesis-, armados respectivamente de pancartas, mechudos y gritos, dirigidos por sus respectivos guías, tan o más animados que ellos.

Aquello era un derroche de creatividad y entusiasmo, claro está que habían sido meses de preparación para el evento y cada grupo llevaba algo listo para escenificar, bailar o cantar. Aparatosos vestuarios de muchos colores, escenografía portátil, desde árboles de anime hasta nubes de cartón y una gran jaula llena de palomas mensajeras para soltar en el momento de la paz.

Era impresionante el orden y la alegría contagiosa de grandes y pequeños; sucedió entonces, que se presentaron a la puerta, tan espontáneos como aquellas mini mosquitas que descubren lo dulce del vino de consagrar y aparecen casi de la nada, muchos niños de la calle, que se dedicaban por la zona a limpiar zapatos y cuidar carros, y con más que gusto les invitamos a pasar y les dimos puesto de honor, en primera fila, había que verles la picardía y la emoción en aquellas caritas que no veían el agua y el jabón desde hacía mucho tiempo.

Entró también la “virgen María” con el “niño Jesús” de tres años de edad, radiantes, vestidos de blanco con sus aureolas de cartón llenas de brillantina, (cabe destacar la dificultad que habíamos tenido para sacar el permiso para que los papás del pequeño lo dejaran asistir al evento) detrás de ellos hizo su entrada el propio fundador , el obispo Forbin Janson con su atuendo de obispo, con todo y anillo que hacía besar a su paso, y la dulce Paulina Jaricot, entre la larga lista de personajes importantes.

La misa fue concelebrada, el padre Celerino y el padre Sandro, celebraron una verdadera Fiesta con Jesús, como repetía el canto que seguían a todo pulmón, y se notaba la devoción especialmente de los niños que parecían verdaderos ángeles. ¡¡Aquello era el cielo en la tierra!!

Terminada la misa vendría la sorpresa, hizo su aparición triunfal la torta, la gran torta, porque debía alcanzar para más de 4.000 personas. Se oyó entonces un suspiro colectivo ¡¡¡JAAHHHH!!! venía el pastel sobre una mesa redonda que cargaban varios hombres fuertes, entre ellos dos fieles colaboradores que siempre habían estado participando tras bastidores, pero que dada la ocasión se vistieron con sendos delantales y gorros de cocineros misioneros, todo un espectáculo la entrada con el cumpleaños feliz de fondo, cantado y tocado con batería, guitarra, pandereta y todo lo que sonaba.

¡La boca se les hacía agua a todos!… especialmente a los pequeños del puesto de honor, tan cerquita de aquella torta, que no pudiendo resistir la tentación y temiendo que aquello no alcanzara, inclinándose y estirando los brazos a más no poder para pasarle el dedo a la cubierta de la torta, resbaló el primero y cayó aparatosamente sobre ella, a lo que los compañeros siguieron el ejemplo y saltaron también rumbo a la dulzura, ante el desconcierto de los cocineros y las patas de la mesa que se quebraron dando con la torta al suelo…

Un cordón humano de religiosas, papás mamás y catequistas detuvieron, gracias a Dios, a los niños que estaban en las partes altas de las graderías y mantuvieron la seguridad, pero los que estaban abajo, luego de la confusión decidieron también comer aquello que más que torta parecía piñata desbaratada, y se cuenta que hasta santa Teresita probó un poquito. Un personaje que no digo quien, pero que siempre ha disfrutado con la espontaneidad y las tremenduras de los niños, reía a carcajadas viendo aquellos pillos que luego de quedar satisfechos fueron nuevamente a sentarse como si nada a sus puestos de honor para seguir disfrutando con chucherías y refrescos que el mismo les mandó diciendo: Atiéndanmelos muy bien.
¿ Y el niño Jesús ? El niño apareció feliz y satisfecho también después de haber dejado las huellas de la dulce hazaña en su blanca la batola ahora multicolor, perfecta para un comercial de detergente.
¿Y la mesa? Bueno, la mesa… Lo que recuerdo es que la dueña de la mesa, que tan generosamente la había prestado para el bello evento, lloraba furiosa lamentando el estropicio y se oyó la voz de la hermana Ofelia que dijo “no se preocupe doña Gladys que encontré una pata” Aquí hay otra dijo otra voz.

Y con gran prisa y eficiencia se repartió y alcanzó chuchería para niños y grandes y quedó todo limpio y arreglado para continuar el espectáculo tan esperado.